Mi nombre es Adriana y soy mamá de un niño con autismo. Ya no es tan pequeño, tiene 12 años. Y soy una mamá como muchas que se han enfrentado a esta condición que se apoderó de nuestros hijos. Pero hay mucho que hacer y por eso diseñé este espacio para compartir todo tipo de información que nos ayude en esta lucha...
La vida ha sido muy buena conmigo. Me dio una linda familia aún cuando mis padres están divorciados. Me dio la oportunidad de asistir a buenas escuelas, de tener grandes amig@s y la libertad de decidir siempre qué era lo mejor para mí.
Estudié la licenciatura en finanzas y me gradué como el promedio, sin calificaciones destacadas pues trabajaba para pagar la universidad. Trabajé desde muy joven por lo que sé lo que es ganarse la vida. Además de que siempre he sido muy inquieta, no me puedo estar "en paz" ni un segundo, diría mi madre.
En uno de mis trabajos, conocí al papá de mi hijo y nos casamos, aunque antes de ese paso llegó la noticia de que estaba embarazada. Ya tenía 31 años y sólo conocía una vida de oficina y de todo lo que ello implica. Pero era feliz, me levantaba muy temprano para ir a trabajar y podía estar horas y horas ahí. No tenía problema. Era feliz. Me ponía objetivos para avanzar en mi trabajo y, cuando los lograba, me ponía otros nuevos y así fue como aprendí a trabajar por objetivos.
Mi embarazo fue espectacular, como de libro. Todo lo que mencionaban los libros de gestación me sucedió al pie de la letra, ¡incluso mi hijo nació el día que indicaban las calculadoras de la fecha de parto! Jajaja. Lo esperaba con mucha ansiedad y sobre todo me estresaba pensar en el parto pues creía que sería muy doloroso. Y por fin llegó el momento de ser madre.
Era un pequeño bellísimo. Tenía sus ojos cerrados pues nació con otra condición que no le permitía subir bien los párpados. No sabía cómo tratarlo pues sentía que podría romperse, porque lo creía frágil. Fue un bebé muy lindo, casi no lloraba y era mi máximo verlo dormir, por que podía admirar lo perfecto que era. Gateó muy poco y menos del año de edad comenzó a caminar, además tenía una agilidad para trepar y brincar como pocos. ¡Todo apuntaba a que sería una estrella en todos los sentidos!
Pero no balbuceaba, no me miraba, no volteaba si le llamaba, no tenía interés en mirarme a mí o a su papá o a nadie. Era muy independiente y de eso me sentí muy orgullosa al principio pues pensé que era digno hijo mío. Me tomaba de la mano sólo si necesitaba algo y no jugaba conmigo. Entonces me empecé a preguntar porqué hacía todo eso y con la ayuda de mi madre asistimos al neurólogo y fue ahí donde todo comenzó.
Hoy, después de días de angustia, incertidumbre y dolor, noches sin dormir, preguntas sin respuestas, récord de asistencia a seminarios y pláticas, aplicación de cualquier cantidad de análisis, pruebas y testings, entrevistas con terapeutas, citas con médicos y demás, es un niño con una mejor calidad de vida. Es la estrella que apuntaba ser, ya que aún y con su condición, es un niño muy feliz, cariñoso, comelón y travieso. Comienza a hablar más fluido y va a la escuela regular. Y yo soy una mamá que trabaja, estoy más relajada, soy más humana, más empática y más objetiva y por eso es que quiero, a través de este espacio, ayudar a otros que, como yo, hemos batallado para entender lo que les pasa a nuestros hijos así como conocer lugares adonde llevarlos a que estudien, se diviertan, se ejerciten o cualquier otra actividad.
Hoy nuestras vidas son más estables y por ello seguiremos en la lucha de mejorar este mundo para que pueda vivir lo mejor que se pueda cuando sea adulto. Esa es mi misión y esta soy yo ¡una de muchas!.
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